Otra bella lección de vida a las que ya nos tiene acostumbrado nuestro lector trujillano Juan Valdivia nos hace entrega y se llama “Sigue Tocando”. La historia empieza de esta manera: Deseando dar ánimo a su joven hijo para que progresara en el piano, una madre llevó a su pequeño a un concierto de Paderewski.
Después de sentarse, la madre vio a una amiga en la platea y fue a saludarla. El pequeño cansado de esperar se levantó y comenzó a recorrer el lugar hasta que llegó a una puerta donde estaba escrito “PROHIBIDA LA ENTRADA”. Sigamos leyendo.
Lecciones de Vida: Sigue Tocando
Horrorizada, la madre vio a su hijo sentado al teclado inocentemente, tocando las notas de… “Mambrú se fue a la guerra”.
De repente, las cortinas se abrieron y las luces cayeron sobre un impresionante piano Steinway en el centro del escenario.
Cuando las luces se apagaron y el concierto estaba a punto de empezar, la madre regresó a su lugar y descubrió que su hijo no estaba allí.
En aquel momento, el gran maestro de piano hizo su entrada, rápidamente fue al piano y susurró al oído del niño, “No pares, continua tocando”.
Entonces apoyado, Paderewski extendió su mano izquierda y empezó a llenar la parte del bajo. Luego, puso su mano derecha alrededor del niño y agregó un bello arreglo de melodía. Juntos, el viejo maestro y el joven aprendiz transformaron una situación embarazosa en una situación maravillosamente creativa.
No está demás decir que ¡El público estaba emocionado!
Así son las cosas cuando uno está con Dios
Lo que podemos conseguir por nuestra propia cuenta lo hacemos lo mejor posible, y a veces los resultados no son exactamente como una música graciosamente fluida. Pero, con las manos del Maestro, las obras de nuestras vidas pueden ser verdaderamente lindas.
La próxima vez que te decidas a realizar grandes hechos, escucha atentamente. Podrás oír la voz del Maestro, susurrando en tu oído, “No pares, continua tocando”.
Siente sus brazos amorosos a tu alrededor. Siente que sus fuertes manos están tocando el concierto de tu vida.
Recuerda, Dios no llama a aquellos que son capacitados.
El capacita a aquellos que son llamados.
El que alguien toque mi vida es un privilegio.
Tocar la vida de alguien es un honor.
Pero el ayudar a que otros toquen sus propias vidas…
Es un placer indescriptible