El profesor Guillermo Ruiz Guevara, expresa que en diversas ocasiones, en los últimos decenios, se propuso, y de modo reiterado, la reforma del Estado, de la Educación, de la actividad minera, otras más y, recientemente una denominada Agraria. La historia demuestra que las reformas estatales fueron ineficaces, pero es innegable que se trata de un asunto latente. Muchas cosas están mal hechas, en caos, funcionan mal y, en general, todo el país votaría a favor que todo se reforme, pues nada satisface, desde el Gobierno y desde el Estado.
La información del Estado y sus reformas
El articulista enfatiza en priorizar el servicio al ciudadano de la mano de una debida transparencia
(americasistemas.com.pe. Lima, Perú – 15 de diciembre 2021) Lo citado se analizó a fines de los 80, cuando desde la Secretaría Nacional de Informática, órgano de la Presidencia de la República, en ese entonces, se preveía el impacto pronosticado por la inserción de los sistemas de cómputo, la importancia de su adopción y el novísimo tratamiento de la información, ya convertida en el insumo de mayor valor en las empresas y en los gobiernos.
Desde esos años y después de más de cinco mil millones de dólares de inversión en computadoras e Internet para las escuelas y más de cincuenta mil millones de dólares en lo mismo para los Ministerios y demás sedes estatales del país, nada cambió; y, quizás se está peor, pues la increíble inversión devino en inútil. En unos casos, los equipos están subutilizados; en otros, mal comprados.
Hoy, se dispone de inmensas y costosas computadoras centrales, de microcomputadoras en el escritorio de cada empleado del Estado y otros equipos electrónicos de seguridad y soporte, centrales de comunicaciones e Internet y móviles pagados por el erario para los funcionarios públicos.
Si se compara el escenario nacional, el nivel de satisfacción ciudadana, la calidad del servicio burocrático, el acceso a servicios confiables y ágiles desde el Gobierno, lo que los ciudadanos podían disponer en 1986 con lo que pueden exigir y conseguir en el 2021, por contar 35 años, se verificará que no hay mejoras sustantivas. Ah, pero hay más tecnología instalada.
Se cometió un error grave, se creyó que a más computadoras se hace un mejor país. Los encargados del sistema nacional de informática, en tiempos recientes, creyeron que con el cambio de nombre y la siembra de más hardware y de más software resolverían las exigencias para coadyuvar con el desarrollo nacional. Olvidaron lo principal: el factor humano.
Si se aplicarán métricas por indicadores de eficiencia y de éxito, se apreciará que la estructura del Estado es solo parte del problema, que la calidad de la Educación es otra parte; y, hay otras más.
El mayor problema es la inacción, es la incapacidad para aportar soluciones; siempre se espera que otro aparezca para que proponga o construya una solución. La abstención, el conformismo o la resignación, frente a los problemas nacionales, es el principal defecto de los peruanos. Este es el mayor problema y hace crisis en la administración del Estado, la que se agudiza cuando se privilegian las cosas más lo cuantitativo y no a las personas más lo cualitativo.
Lo que se requiere es una reforma social, re-formar o reformatear las costumbres y los dominios intelectuales, emocionales y cognitivos de la población.
Así sucede, hoy en día, cuando en las empresas se sistematiza la experiencia, se gestiona el aprendizaje y se exige el nivel de competitividad del personal. Lo primero es capacitar, asegurar las condiciones del hombre que labora, su rol en el proceso productivo y solo entonces se le coloca una computadora para que haga mejoras cosas; pues mejores máquinas no hacen mejores hombres, pero mejores hombres hacen mejores cosas con las computadoras. Esta es la clave a privilegiar.
Primero son las destrezas potenciales; concepto superior al de “habilidades blandas”.
Si las personas que producen, deciden y gestionan el destino de una empresa, recordar que todo gobierno es en síntesis una empresa, si ellos no disciernen o actúan desde un pensamiento complejo (o sistémico), están en desventaja para ofrecer resultados de calidad. En los países noreuropeos y asiáticos, los gobernantes ya lo captaron y se reencontraron con el hombre que asume decisiones y los procesos a su cargo, para empoderarlos de las destrezas que hagan eficientes y eficaces sus roles. Es lo fundamental.
La información se produce, se almacena, se comparte y se pone al servicio de quienes la conviertan en riqueza, sea monetaria, de conocimientos o cultural. Así debiera ser. Pero no hay fuentes de consulta para decidir dónde colocar un negocio, donde invertir o como atraer inversión. Tal contenido pareciera “reservado” para quien lo paga. Basta con observar la historia de los denuncios mineros o quienes están detrás de las inversiones del Estado, para reconfirmar que los “clubes” siguen operando.
La transformación digital, proceso contemporáneo, será superada, aparecerá otra tecnología de mayor relevancia, entonces referirse a tal transformación es importante, pero no tanto como para que una entidad se denomine Secretaría de Transformación Digital, cuando, en cambio, la tecnología – cualquiera que sea – es un concepto que se sostendrá en el tiempo; así como el de Gobierno, por lo que importaría mejor una Secretaría de Tecnología Gubernamental. Cuestión de nombrecillos. Lo que sería de mayor interés es un programa de empoderamiento en producción digital; producción asistida por las tecnologías de la información, desde cada escritorio, desde cada estación digital de servicios al ciudadano; este es un concepto de mayor valor.
Es momento de re-conceptualizar lo que se hace desde las instancias gubernamentales, en materia de desarrollo digital, para dar más peso a las cuestiones del pensamiento, sociedad del conocimiento, le dicen, antes que darle computadoras o tablets a los funcionarios del Estado o a los escolares, cuando aún no hay estrategias validadas para desarrollar el coeficiente intelectual.
Regresando en el tiempo, en 1988, hace 33 años, el análisis efectuado por el personal de la Secretaría Nacional de Informática, antes citada, derivó en una propuesta que, actualizada con los 19 Ministerios existentes, se sintetiza en el gráfico adjunto.
El esquema sugiere siete ministerios e incorpora en la configuración a organismos autónomos, cuya información agregada conforma la base de datos del país. Hoy, las tecnologías de la información favorecen este modelo, que perfectamente encajaría en la organización político-ministerial y la visibilidad como control de la ejecución presupuestal del Estado. Aunque, claro, habrá muchos a quienes no les convendrá; pues, existen los “alérgicos” al control. Se comparte la iniciativa, con el ánimo de su discusión.